Nos sumergimos de lleno en la ciudad antigua de Fez
el Bali, la medina medieval del s. XII y de la que un día fue capital de Marruecos.
Declarada Patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Caminar por ella es como retroceder en el tiempo
aunque si miras a Fez desde alguna terraza te creerás que estás en la ciudad de
las antenas parabólicas. Es increíble, pero verás multitud de casitas y cada
una de ellas tiene una o dos.
Vamos a entrar en la increíble medina con un entramado de callejuelas donde mezquitas, medersas (escuelas), baños públicos, hornos, burros de carga que van a tu paso, fuentes y tiendas parecen repetirse.
Para no perderte toma siempre un punto de referencia,
como una de las puertas de las murallas.
Una de ellas, Bad Boujeloud, esmaltada en azul (el
color de Fez) por un lado y en verde (color del Islam) por otro. No sé si lo
sabes, Marruecos es el país de los colores.
Nada más traspasar su arco, verás la mezquita de
Sidi Lezzaz y la Tala el-Kbira, la calle principal, la Cuesta Grande, que
siempre debes tener en mente a la hora de adentrarte en el laberinto que te
espera.
Allá por el s. XIII, cuando Fez era núcleo
intelectual y centro de poder en Marruecos. Aquí vivían unos 125.000
habitantes. Hoy en día viven más de 300.000.
En Fez tienes mucho que ver.
¡Estás en la medina!
La Plaza Najjarine, de los artesanos de la madera es
imprescindible como muchos otros lugares. Verás cómo la trabajan y el olor a
madera de impregna.
Aquí se encuentra también el museo de la Madera que
antiguamente fue posada de caravaneros.
La mayoría de las callejuelas están cubiertas de
cañas que dan sombra cuando el sol aprieta fuerte.
Cerca está el lugar sagrado, la Zagüía de Moulay
Idris II, fundador de la ciudad.
Es un centro de peregrinación al que las mujeres
acuden con una vela en la mano para pedir “baraka” (bendición).
Solo pueden entrar los musulmanes y si no lo eres
podrás echar un vistazo desde la puerta o dar la vuelta al mausoleo y tocar por
detrás la tumba a través de un ventanuco donde la gente pone candados para
atraer a la suerte.
Dicen que los que beben agua de la fuente de la Zagüía,
hace a la gente elocuente.
En la medina cada gremio tiene su sitio según mandan
las tradiciones.
Los vendedores de especias están en torno a la Madraza
el-Attarin, una escuela coránica del s. XIV que tiene una impresionante fuente
de mármol de Carrara en su patio central que fue obtenido por un trueque con
comerciantes italianos a cambio de azúcar.
A las mezquitas se viene a rezar, estudiar y
descansar.
Y llegamos al Barrio de Chuara, el preferido de los turistas. Aquí trabajan cada día los curtidores.
Antes de entrar para ver donde tratan las pieles, te
darán una hojita de hierba buena. “Quien tiene menta, no se lamenta”.
Te lamentarías por no tenerla en tu nariz por los
olores tan intensos que desprenden las cubas de cal donde lavan las pieles y
que luego mezclan con tintes naturales de vivos colores. Así lo hacen desde el
siglo XIV.
Hace años podías pasear entre estas cubetas con
cuidado de no resbalar, pero ahora tienes una buena panorámica desde las
terrazas de las tiendas.
Salimos de la medina y los Jardines de Boy Jeloud
unen esta parte de la ciudad con Fez el Jédid donde se encuentra el Palacio
Real del s. XIV, con 80 hectáreas es el más grande del país alaouita.
No se puede visitar pero si admirar sus siete
puertas doradas ofrecidas por el pueblo al monarca a finales de los años 60.
Justo a la derecha del Palacio Real empieza el
Barrio Judío (mellah). Las puertas de sus casas se diferencian porque tienen
una ventana pequeña justo encima que utilizaban para ver quien llamaba a la
puerta y dos llamadores. Uno para la familia y más allegados y otro para los
visitantes.
Uno de los mayores alicientes de Fez es comprar en
alguna de las tiendas de su medina. Recuerda que los viernes cierran y no te
olvides regatear.
Fez es mágica, es Real, es azul, es del color del
azafrán. ¡Está viva!
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