Cuando llegas a esta ciudad parecerá que te has
colado en un cuento.
Rodeada de edificios medievales, restaurantes y las cervecerías
más antiguas con interminables cartas de cervezas. No sabrás cual elegir.
Para ver cómo elaboran la famosa cerveza blanca de
Grujas, visita la cervecería De Halve Maan y sube al ático para admirar el
panorama.
Aquí puedes subirte en una calesa para dar un paseo,
alquilar una bici o cotillear en los mercadillos.
Pero si antes quieres tener unas espectaculares
vistas de la ciudad y estás en buena forma sube los 366 escalones del
campanario Belfort.
Si coincides a las 14:15h o a las 15:00h, asistirás
a un concierto único de las 47 campanas de bronce que forman el carrillón.
Todos los estilos arquitectónicos se encuentran en
la bellísima Plaza del Brug.
Hay dos capillas, la de San Basilio (románica s.
XII) y la Basílica de la Santa Sangre de estilo románico y gótico, donde se
halla un frasco de sangre que dicen perteneció a Cristo.
En mayo se celebra una gran procesión en la que
participan todos los vecinos vestidos de la época medieval, es muy festiva y
alegre.
El Ayuntamiento es el edificio más resplandeciente
de Brujas. La sala gótica es espectacular.
Te sorprenderá saber que muchas parejas japonesas
reservan con muchísima antelación la sala para celebrar su boda civil.
Otra de las joyas del Ayuntamiento es la sala
renacentista con la curiosa chimenea de madera, mármol y alabastro de Carlos V.
Los brujenses van a todas partes en bicicleta,
aunque llueva, nieve o apriete el sol. Alquila una por tu cuenta o apúntate a
una excursión organizada.
Los canales se cuelan por la ciudad, así que otra
buena opción para verla es navegar por ellos.
El Muelle del Rosario, Rozenhoedkaai, es uno de los
lugares más fotografiados de Brujas. Está cerca del Mercado de Pescado y de la
Plaza Grote Markt. Es el punto de partida típico para los viajes en barca por
los canales.
También salen hacia el
coqueto pueblo de Damme donde se
encuentra la recreación de Brujas en miniatura y hacia los famosos molinos de
Brujas.
Uno de los tramos más bonitos del canal es el paseo
Steenhouwersdijk.
En la esquina está el mercado con los puestos de mármol. Hay
puentes y edificios medievales.
El más viejo de la ciudad es el Peerdenbrug. Desde aquí
estarás ante una auténtica postal con los tejados llenos de chimeneas y al
fondo, el imponente campanario Belfrot.
El Beaterio de 1245 es otro de los lugares de cuento
que se fundó como hospicio para mujeres solteras o viudas. Hoy en día sigue
siendo casa de acogida donde viven monjas benedictinas. Debe recorrerse en
silencio y con respeto.
En la Iglesia Santa Isabel escucharás el sonido
celestial donde las mojas celebran las vísperas cantadas.
Cerca de este Beaterio está “Minnewater” o el Lago
del Amor cuyos legendarios habitantes desde el siglo XV son unos preciosos
cisnes blancos. Cuentan que la presencia de estos cisnes se debe a que el
pueblo de Brujas asesinó a su tirano gobernador Pierre Lanchals, cuyo
significado en flamenco es “cuello largo”. Por eso Maximiliano de Austria
condenó a la ciudad a mantener estos cisnes como recuerdo al asesinado.
Cuentan muchas leyendas de este lugar pero la más
romántica cuenta que la joven Minne huyó de su padre que quería casarla con un
noble para reunirse con su verdadero amor, el joven Stromberg. Ella desapareció
y el joven, que la buscó desesperadamente, la encontró muerta. Tristemente separó las aguas para enterrarla allí mismo.
Antes de terminar no podemos olvidarnos del
chocolate… nos preguntamos “¿De dónde viene la fama del chocolate belga?”.
Cuenta la leyenda que el cocinero del duque de Plessis-Preslin
dejó caer por error azúcar caramelizado sobre almendras tostadas. En 1912, el
fabricante de chocolate Jean Neuhaus cubrió esta mezcla con chocolate y creó el
praliné, el bombón relleno.
Si quieres introducirte en esta creación, visita el
Museo del Chocolate y degustarás el auténtico bombón belga.
www.chikvacaciones.com
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