Esta pequeña ciudad se la conoce por varios nombres
pero para todos es la Pequeña Marrakech por la muralla de adobe que la rodea y
la gran semejanza que tiene con esta ciudad.
Sus jardines, olivares, palmeras y zocos le dan la
visión de creer que paseas por Marrakech pero en menores dimensiones.
Fue capital de los gobernadores durante la dinastía
Saadí aunque luego trasladaron la capital a la ciudad roja de Marrakech.
Cuando llegas por carretera la visión es
espectacular. Su entrada decorada por almendros y además está rodeada por el Atlas
y el Anti-Atlas.
Es elegante y se la considera la Perla del Sur de
Marruecos.
La muralla nos recuerda que es una ciudad
fortificada, que en tiempos lejanos era infranqueable.
Tiene nueve colosales puertas
moriscas que dan entrada al entresijo y angostas calles donde está la ciudad de
casas de adobe, su Mezquita y bello Minarete.
Aquí vivirás un mundo realmente
bereber con un ambiente tranquilo, sin bullicios.
Artesanos, panaderos y vendedores se reparten por
las calles pequeñas y sus dos zocos techados con cañas para protegerse de los
rayos del sol y que consiguen dar un halo mágico en el que te transporta a esa
época en que las prisas no importan.
Taroudant es diferente a otras ciudades porque está
en medio de un desierto de roca en el fértil Valle del Souss.
Los zocos son tranquilos y no te asaltarán los
compradores como en otras ciudades. Pero como es norma, el arte de regatear
también existe.
Aquí son interesantes las joyas bereberes de plata
decoradas con turquesas. La artesanía de cuero es famosa y la madera pintada de
miles de colores es siempre llamativa. También trabajan el hierro forjado, el
mimbre, alfombras y el barro.
El mercado nace en la Plaza Assarag, el centro
social de esta ciudad y punto de partida de taxis a caballo.
Monta en una
calesa para darte una vuelta alrededor de la muralla.
Un buen momento es al atardecer, cuando el sol se
refleja en los muros de adobe.
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